12 de enero de 2010

Anochece

Un frio mortal impregna el ambiente. Comienza a llover fuera del pequeño refugio. La parpadeante luz apenas consigue iluminar la pequeña parada. No falta mucho para la llegada del último bus. Alejado de cualquier vestigio de humanidad, la soledad no es un privilegio, sino una grata realidad. Sobre mis hombros una pesada carga empieza a formarse, demasiados fallos para comenzar el año. Mis planes están destruidos, solo puedo volver a mi añorada improvisación. El bus se acerca, es el momento. Frena sueavemente, y abre la puerta, invitandome a volver a la calidez de la sociedad. Lo siento, pero hoy no. Hay dias en los que un poco de automarginación sirven de mucho. Los restos del día se ocultan completamente tras la nevada montaña, sigo caminando impasible camino sin rumbo. Tal vez así pueda borrar los fallos cometidos durante el reinado de la luz.
La noche ha llegado y trae a su siempre agradable compañía. Aparece entre las sombras, y vuelve a mirarme con esos profundos ojos marrones. No lloran, pero si alguna vez lo hicieran, hoy sería el día. El día en que alguien más a decidido empezar a vivir la noche eterna, sin pedir consentimiento alguno.

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