29 de abril de 2011

La tormenta (II)

(http://lalibretademoreira.blogspot.com/2011/01/la-tormenta-i.html)

-Toda la vida...

Había sido el único murmullo que se había atrevido a romper la monotonía de las noches de lluvia en todo el tiempo que llevaba enclaustrado en su piso. Le había dado tiempo a reordenar toda la casa. Incluso había tenido tiempo para aprender a tocar la vieja guitarra de su padre, gracias a los numerosos tutoriales de YouTube. Pero todo eso había sido antes de que cortaran la electricidad. Cuando las autoridades aún pensaban que el ciclón pasaría de largo.

Ahora la situación era mucho más precaria. Llevaba cuatro días sin electricidad. A pesar de la oscuridad reinante, tanto dentro como fuera de su casa, intentaba seguir una rutina basándose en su reloj. De los otros vecinos solo sabía que estaban por algún ruido de platos al caer o los sollozos del bebé del 1º D.  Gracias a las pequeñas rendijas de la persiana podía ver que las riadas aún no habían remitido y si bien se veía algo más de actividad de evacuación, aún mucha gente estaba como él. También podía ver los destrozos que estaba ocasionando: la vieja tienda de la esquina, en la que llevaba comprando desde que se había mudado a ese piso, estaba completamente anegada por el agua y con un árbol empotrado en el angosto cristal; muchos de los edificios del casco antiguo se habían derrumbado con los embistes del ciclón y los que habían sobrevivido, apenas si podían sostenerse; la zodiak de los voluntarios de Protección Civil que recogía a las personas en situaciones más desfavorecidas y las llevaba hasta el polideportivo de San Cristóbal. Allí era el lugar donde también estaría resguardándose Lucía. Lucía....

-¿Por qué tú?

Un nuevo murmullo había nacido aún entre los restos del anterior. Con la vista fija en la foto, la única que tenían ellos dos solos sin estar haciendo el mono, se la imaginó sentada junto a él abrazados, sonriendo alegremente mientras soñaban voz alta un futuro juntos, respirando ese olor que había dejado guardado en lo más profundo de su ser... Pero ante todo, clavando su mirada en esos ojos de color jade que le habían cautivado cuando eran sólo dos desconocidos en la fiesta de despedida de Marta...

Hacía más de siete años de aquella fiesta de despedida. Marta se iba un año al extranjero de Erasmus y Juan, su novio, había decidido hacerle una fiesta por todo lo alto. A Jorge le habían invitado como amigo de Juan y Lucía por ser su compañera de piso, ese piso del centro que después de estudiante había conseguido comprar.

Había llegado a la fiesta sin gana alguna, solo para que Juan lo viera dándole su apoyo entre el gentío. Su plan era sencillo: llegar, saludar, tomar una copa en un sitio tranquilo mientras hablaba con cualquiera de cualquier tema trivial y marcharse con la excusa de que tenía mucho que estudiar o que tenía ensayo por la mañana. Ya se le ocurriría algo.

Había buscado la localización perfecta: sentado en uno de los sofás, al lado de la ventana, algo separado del centro de la fiesta y, lo más importante, no muy lejos de la bebida. Ya estaba en la tercera fase de la operación cuando la vio. Hablaba con Marta mientras escudriñaba el resto de la fiesta. Fugazmente sus miradas se cruzaron y ella esbozó una sonrisa. Él desvió la mirada pero ella se fue acercando lentamente entre los grupillos hasta que, como el que no quiere la cosa, se situó frente a él.

-¿Qué haces aquí solo, separado del resto?

-Esperando a que alguien cómo tu venga para poder empezar a hacer locuras.