15 de mayo de 2011

Reflexión sobre el conservatorio (versión 2.0)

He tenido que esperar dos años más para acabar. Pero todo ya ha pasado. Por eso quiero recuperar (y reciclar un poco) algo que escribí hace dos años pensando en este momento.


Hacía un bonito día de Septiembre. En el cielo, sólo una lenta y desafiante nube le quitaba el protagonismo a un Sol que brillaba en su máxima esplendor.  De la mano de mis padres recorría los últimos metros hacia un edificio amarillo que contrastaba con el azul del cielo y el verde de los árboles del cercano parque. Entramos en el refrescante recibidor y tras subir las, ya por aquel entonces, gastadas escaleras, llegamos a una inmensa sala. Allí había más niños, que como yo, iban engalanados y estaban nerviosos por algo que aún no sabíamos muy bien que iba a pasar. Me despedí de mis padres y me senté junto a los otros niños. No recuerdo muy bien quienes serían aquellos que estaban a mi lado, pero lo más seguro es que la mayoría no se acuerden de esto. Ese fue el día en el que marcaríamos parte de nuestro futuro. Una pequeña de prueba de ritmo auguraría nuestra permanencia en la institución o un "siga intentándolo". Recuerdo, con nostalgia, que teníamos que cantar una canción, y que llevaba preparada "¿Dónde están las llaves?"; pero aún no sé porque cuando me dijeron que cantara algo, yo, ni corto ni perezoso, me lancé y les canté al tribunal "Salomé".
Una semana más tarde volvimos a esa sala, aunque esta vez acompañados de nuestros padres a la abarrotada. Más por eliminación que por vocación enumeramos los instrumentos de la lista empezando por piano, viento y acabando en cuerda. Las plazas de piano se acabaron pronto y cuando llegó mi turno, me levanté y dije en voz alta "Saxofón". Sin estar todavía seguro de que había hecho, me senté y mis padres, a mi lado, sonrieron. Por aquel entonces no era consciente de la decisión que había tomado...De echo aún no estoy seguro haber hecho lo correcto.
Desde entonces han pasado 12 años, y de los más de 100 que empezamos aquel fantástico 1998 en la antigua cárcel del Coto, sólo una treintena hemos llegado hasta el translado a la Laboral. Los hubo que fueron repitiendo y quedándose atrás, aunque la gran mayoría renunció a algo, que para al menos algunos, fue mucho más que a un hobby.

Y es que diez años son mucho tiempo para cualquiera, para mí es más de la mitad de mi vida. Hay quien piensa que el conservatorio es como otra actividad extraescolar más, pero  no tiene nada que ver. Hay que estar dentro para saber que es lo que hay. Gente hablando de compositores como si fueran la ultima figura de OT, mientras que otros pasan más tiempo estudiando que relacionandose con el resto de la humanidad, aunque no con el resto de los habitantes del conser. Somos intentos de músico: algunos acabaran por serlo y otros no, pero mientras tanto hemos pasado años formándonos en este infravalorada arte.

Y es que diez años dan para muchos cambios: de ingenuos niños a alocados jóvenes; de mirar asombrados como los "mayores" tocaban todo tipo de obras imposibles, a ser nosotros los que tenemos que hacer lo imposible posible; de tener que aprender a identificar las tonalidades y modalidades a tener que aprender a usarlas para nuestras improvisaciones; de temer al profesor a quedar con él para salir a tomar unas cervezas; de hacer los deberes todos juntos antes de Lenguaje Musical, a hacerlos antes de Análisis...

Han pasado demasiadas cosas, demasiada gente que ha dejado su huella, demasiados cotilleos y rumores, sorpresas y desilusiones, risas y llantos, amistades y enemistades...

Todos esos compañeros de clases y ensayos con los que puedes compartir tus problemas o tus apuntes de historia. Ellos son como tú, los "raritos que van al conser", que se esfuerzan por compaginar exámenes y conciertos, por no decir la rutina diaria. Vais juntos a Cámara, a la OSToni, la Little o incluso al Risax y la Manada. Les ves por los pasillos y les saludas, sales de fiesta con ellos, porque son los únicos con los que también tienes de tema de conversación el conservatorio. Son los que antes del examen de Ana Rosa te dicen lo que no te estudiaste y entra, los que los viernes por la tarde se quedan pringando cómo tú y después salen a tomar algo mientras comentan el ensayo. Los que tienen la ropa negra siempre apunto para tocar en cualquier momento, en cualquier sitio. Son esos que están para echarte una mano siempre, y que, espero, siempre tendrás ahi...

¿Y ahora qué? Algunos seguirán, otros le darán la espalda como si nada, y otros, entre los que ya no me incluyo, aún siguen debatiéndolo. Lo que si sé es que tanto tiempo nos ha cambiado, y ha sido un cambio para mejor...
Sinceramente: muchas gracias por todo

Moreira