1 de mayo de 2010

Conflicto en la estación.[El sonido de una lágrima (III)]

El inapelable destino siempre juega una mano por delante de la del resto de jugadores. Él, que había jurado no volver a aquel nefasto pueblo perdido entre las colinas, aparecía ahora vestido para la ocasión. No había podido encontrar un refuerzo libre para un día tan musicalmente ajetreado como lo era el del domingo de resurrección. Aún no había pensado en lo que haría para aguantar una hora en ese hostil ambiente y mucho más después de lo que había pasado. Si antes era un bicho raro, un urbanita con dotes de supremacía; ya no sabía cuál sería su próxima adquisición. Tediosamente sacó el billete de la cartera y lo pasó por la máquina, que con un agudo pitido se lo devolvió. "Mierda, otra vez se ha doblado. Con un poco de suerte -pensó, mientras pulsaba el vistoso botón de ayuda- nadie me contestará al otro lado del microfonillo y no tendré más remedio que quedarme en el andén."

Tras él, la puerta de la sellada taquilla se abrió, saliendo de ella una sombra. Al verle, se lanzó furioso contra él, golpeándole contra la máquina.

-Pero, ¿qué haces tú aquí? ¿No te basta con el daño que has hecho, que vuelves a por más? -gritó mientras le propinaba otro empujón. Por fin veía a su atacante y no es que le alentará demasiado saberlo.

-No es por gusto, ¿o de verdad crees, Enrique, que me gusta ver como me miráis con desprecio cada vez que llegó? Hice todo cuanto estaba en mi mano por no volver más, pero no hay nadie más disponible para tocar hoy, y la Banda me necesita.

-¿Y desde cuándo te preocupa alguien más que tu mismo? Que yo recuerde, tú siempre has sido el mismo personajillo egocéntrico y que va de sobrado por la vida.

-¡Yo siempre me he preocupado por los demás! -contestó airado.

-¿Y cómo explicas lo que le hiciste a Noa?

-Yo no hice nada, ella me cameló, y ella traicionó, tanto a mí como al resto, cuando vio que me había vinculado demasiado.

-No se cómo tienes los santos cojones de venir aquí contando esa cantidad de patrañas…

-Créetelo o no, ese es tu problema. El mío es sólo intentar hacer un poco de verdad entre tanta mentira…

Apartándolo contra la puerta, saltó la barrera y, respirando hondo, salió al pueblo.