13 de abril de 2010

¿La última despedida?

Todo parece muerto en la pequeña estación. Ni siquiera los insectos más audaces se atreven a salir al frio para acercase a la tintineante farola. Tumbada sobre un descascarillado banco una sombra espera su turno. Un lejano rumor se acerca. Un traqueteante foco rompe la oscuridad reinante fuera del apeadero. Un estridente silbido cruza el pueblo fantasma, al que sólo un solitario perro contesta lanzando un ladrido a la reina de la noche. La sombra comienza entonces un extraño ritual de desperezamiento. Levantando la cabeza hasta la realizada luna, estira los brazos en un lunático saludo. Tras la rota verja de seguridad distingue la silueta de su fiel can, compañero de juegos y huidas, que ha venido a despedirse. Ambos saben que si sube el fantasmagórico expreso que ya se acerca, jamás volverán a verse. La humeante silueta aminoró la velocidad al distinguir su próximo pasajero. Mientras levanta su escueto petate, saca un manoseado pasaje de uno de los bolsos de su grueso chaquetón. Frente a él, una puerta se abre hacia un oscuro vagón.

-No lo hagas.-grita una autoritaria voz desde la oscuridad.

-¿Y quién se cree que es usted para poder darme órdenes?-Dice sin ni siquiera voltearse.

-Yo. ¿O piensas que me vas a dejar aquí sin tan siquiera despedirte?- contesta una escuálida voz mientras las dos figuras avanzaban al pequeño círculo de luz.

Un aire frio le recorre la espalda. Esa voz está grabada en lo más hondo de su ser. Una voz por la que muchos sentenciados se desquician. Él mismo había pasado por el sufrimiento de esa voz unos años antes en el penal. La dulce voz de la muerte...

No le hizo falta girarse para saber quiénes le imploraban. Aunque lo hiciera no hubiera visto nada. Tal vez unas Ray Ban Clubmaster ocultando el aire a la altura de unos invisibles ojos, o unas cartas en manos de la escuálida voz. Pero ninguna cara con los ojos llorosos, aguantando el llanto como el que la voz transmitía.

-Lo siento Frank. Tendreís que buscar a otro loco que se atreva a guardar un pueblo fantasma. Prefiero volver a mi eterna condena a muerte en el corredor que aguantar un minuto más este infierno. Adiós.

De un salto se sube al andrajoso vagón, cerrando la puerta tras de sí.

-No te preocupes, Frank. Moria ha dicho que lo volveremos a ver mucho antes de lo que él se imagina.

-Espero que estes en lo cierto. Porque en este pueblo necesitamos una autoridad. Por mucho pueblo fantasma que él crea que es, los crímenes que se cometen aquí son reales...

-Te doy mi palabra, Frank. Todo irá bien.

-Demasiado reales, Ashriel. Demasiado reales...

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