30 de marzo de 2010

Retomando el hilo

Levantó la vista y se fijó en su gastado vestuario. Gastado de las prisas que normalmente le asolaban. Parecía que su vida se resumía en viajes entre concurridas estaciones y atestadas salas, con pequeños descansos para visitar el camastro. Parecía, porque algo estaba cambiando. Algo externo a él, porque para él nada había cambiado: seguía siendo el mismo curioso personaje sacado de una de esas novelas policiacas que tanto acostumbraba a leer. Nada que ver con el protagonista, él sería el personaje meditabundo, enterado de todo menos de lo verdaderamente importante: él mismo. En su figura se mantenían los gastados anteojos y su corte bohemio. Sólo hechaba en falta un anillo en su mano, sustituido por una marca en la piel. Ese anillo era el primer vestigio del cambio, el adios al pasado, al Tempus fugit y a las caras largas frente al cristal. Ante él se abrían nuevos horizontes, nuevos tiempos, un bonito pasaje en primera, quizá incluso un Carpe diem. Aún le quedaba mucho por descubrir. Pero ya no lo haría solo. Ahora navegaba bien iluminado con faroles verdes en ambos costados de la embarcación. Le empezaba a gustar el riesgo, las nocturnas charlas y, ante todo, su sonrisa. Juntos descubrieron su pasión por las aisladas playas, las románticas puestas de sol y las salvajes escapadas nocturnas.
Volvió a mirarase las manos y sonrió. Ella jugueteaba con un trozo de alambre retorcido. Logró colocarlo hasta la mitad del dedo anular. Sería su secreto, no cabía lugar a dudas. No se podía pensar otra cosa en los tiempos que corrían. Tiempos oscuros para los conservadores patriarcas. Para los jóvenes eran los tiempos del esperado cambio. Aunque ambos coincidían en que sería el tiempo donde la vida privada pasaría a ser pública y la vida pública pasaría a un segundo lugar. Importaría más el último ligue de la tertuliana del momento que la reforma sobre la educación y sus repercusiones sobre los futuros mandatarios. Tristemente, las futuras proles pensaban que eso era problema del Gobierno, no de la gente de a pie.
Toda la polémica le quedaba atrás. Él era feliz junto a ella. Al principio le encantaba soñar con como se sería su futuro. Siempre acababan con su cabeza dormida sobre su regazo. Eran en estos momentos cuando él aprovechaba para acariciarle el sedoso peloy dormir con tan agradable sansación. Lentamente se dió cuenta de cuán hondo estaba ella calando en él.

Sólo sabes que estás verdaderamente enamorado cuando no quieres dormir por la noche,
 porque tu vida real supera a tus sueños.

2 comentarios:

  1. buf bufff...meeee encantass...

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  2. O a veces sabes que estas realmente enamorado cuando lo único que quieres es dormir para poder soñar con esa persona y vivir experiencias que nunca podrás vivir a su lado.
    :)
    Vaya anónimos ;)

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