12 de marzo de 2010

Té caliente...

Fuera hacia demasiado frío para que la gente saliera a dar un paseo. Era una de esas tardes de domingo en las que donde mejor esta uno es metido en casa. Sobre la cama un retorcido cuerpo con la mirada fija en el pórtatil se resguardaba bajo una escueta manta. Una taza de té caliente expiraba las últimas bocanadas de vapor desde el suelo. Las gotas de lluvía golpeaban contra el cristal. Estaba relajado, aún no había abierto los libros desde el viernes; pero no le preocupaba, aún no se veían globales en el horizonte...Ya se inventaría una excusa el lunes si le preguntaban. Aún quedaba mucho para que llegarar a ese , ahora especial, rutinario día...Se acabó el tiempo de reproducción gratuita, ahora le tocaba esperar una larga hora. Comprobó el móvil por cuarta vez en menos de 10 minutos. Aún no había señales de ella. Estaría por alguna parte de la abrupta orografía cantábrica. Revisó su correo por si recibía alguna noticia importante. Nada, comprobó con desilusión, sólo publicidad engañosa, ¿cómo puede haber alguien que caiga en estos bulos? pensó mientras daba cuenta del contenido de la taza. Se avecinaba una hora de pseudosomnolencia a la espera de poder ver el desenlace. Una alerta del Windows Mensenger sobre una nueva petición de amistad le despertó. ¿Quién será?
>Hola, ¿Quién eres?
>Tal vez no me recuerdas, pero me cambiaste la vida...

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